NO ENSEÑAR
COSAS AJENAS A LA ECONOMÍA DE DIOS
En 1
Timoteo 1:3-4 Pablo se dirigió a Timoteo, uno de sus más íntimos colaboradores,
diciéndole: “Como te exhorté, al irme a Macedonia, a que te quedases en Éfeso,
para que mandases a algunos que no enseñen cosas diferentes” […] Debemos
prestar oídos a la exhortación de Pablo de no enseñar cosas diferentes a la
economía de Dios. Creemos que desde los tiempos de los apóstoles no se le había
dado tanto énfasis a la economía de Dios como hoy en el recobro del Señor, y en
especial durante los últimos veinte años. Dios tiene un plan maravilloso: Él
desea, en Su Trinidad, impartirse en Su pueblo escogido. Ésta es la economía de
Dios. Nuestra enseñanza debe ser gobernada por una visión clara de la economía
de Dios.
No debemos
tener otra carga, perspectiva ni visión aparte de la economía de Dios.
Requerimos no sólo tener la carga por la economía de Dios, sino también ser
saturados y empapados con ella. Al funcionar como maestros debemos tener en
mente una sola cosa: la economía de Dios.
Debemos ser capaces de
declarar: “La economía de Dios es mi carga, mi perspectiva y mi visión. Todo mi
ser ha sido saturado de esta economía divina, y no sé nada más”. Ciertamente impartiremos
muchas lecciones, pero cada lección tendrá la economía de Dios como su estructura
y su contenido.
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