I.
El significado del recobro del Señor:
A.
La palabra recobro significa que algo
que existía originalmente, se perdió, así que existe la necesidad de
recuperarlo y volverlo a su estado original—Dn. 1:1-2; Esd. 1:3-11; 6:3-5. Dn.1:1-2
En el tercer año del reinado de Joacim, rey de Judá, vino Nabucodonosor, rey de
Babilonia, a Jerusalén, y la sitió. El Señor entregó en sus manos a Joacim, rey
de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios; los trajo a tierra de
Sinar, a la casa de su dios, y colocó los utensilios en la casa del tesoro de
su dios. Esd. 1:3-11 “Quien de entre vosotros pertenezca a Su pueblo, sea Dios
con él, suba a Jerusalén, que está en Judá, y edifique la casa a Jehová, Dios
de Israel (Él es el Dios), la cual mora en Jerusalén. Y a todo el que haya quedado,
en cualquier lugar donde habite, que las gentes de su lugar lo ayuden con
plata, oro, bienes y ganados, además de ofrendas voluntarias para la casa de
Dios, la cual está en Jerusalén”. Entonces se levantaron los jefes de las casas
paternas de Judá y de Benjamín, los sacerdotes y levitas, todos aquellos a
quienes Dios puso en su corazón subir a edificar la casa de Jehová, la cual
está en Jerusalén. Y todos los que habitaban en los alrededores ayudaron con
plata y oro, con bienes y ganando, y con cosas preciosas, además de toda clase
de ofrendas voluntarias. El rey Ciro sacó los utensilios de la casa de Jehová
que Nabucodonosor se había llevado de Jerusalén y había depositado en la casa
de sus dioses. Los sacó, pues, Ciro, rey de Persia, por medio del tesorero
Mitrídates, el cual los contó y se los entregó a Sesbasar, príncipe de Judá. La
cuenta de ellos es ésta: treinta tazones de oro, mil tazones de plata,
veintinueve cuchillos, treinta tazas de oro, otras cuatrocientas diez tazas de
plata, y otros mil utensilios. En total, los utensilios de oro y plata eran
cinco mil cuatrocientos. Todo esto lo hizo llevar Sesbasar con los que subieron
del cautiverio de Babilonia a Jerusalén. 6:3-5 “En el año primero del rey Ciro,
el mismo rey de Ciro dio orden acerca de la casa de Dios, la cual estaba en
Jerusalén, para que la Casa reedificada como lugar para ofrecer sacrificios, y
que fueran puestos sus cimientos; su altura, de sesenta codos, y de sesenta
codos su anchura; con tres hileras de piedras grandes y una de madera nueva. El
gasto será pagado por el tesoro del rey. Además, los utensilios de oro y de plata
de la casa de Dios, que Nabucodonosor sacó del templo que estaba en Jerusalén y
se llevó a Babilonia, serán devueltos, para que vayan a su lugar, al templo que
está en Jerusalén, y sean puestos en la casa de Dios”.
B.
Dios tiene un propósito eterno; no hay
nada que pueda detenerlo. Por ende, después de la destrucción llevada a cabo
por Satanás, Dios intervino para rehacer lo que Él había realizado
anteriormente. Esta restauración es Su recobro, es decir, que Dios recupera lo
que ha sido perdido y lo que Satanás, Su enemigo, ha destruido—Gn. 1:2-3; 1 Jn.
1:1; 2:24. Gn. 1:2-3 Y la tierra estaba desordenada y vacía, las tinieblas
estaban sobre la faz del abismo y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de
las aguas. Dijo Dios: “Sea la luz”. Y fue la luz. 1 Jn. 1:1 Lo que era desde el
principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que
hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida. 2:24 En
cuanto a vosotros, lo que habéis oído desde el principio, permanezca en
vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros,
también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre.
C.
La iglesia, que ha pasado por muchos
siglos de historia, se ha degradado. Por consiguiente, la iglesia necesita ser
recobrada a la intención y norma originales de Dios, en conformidad con la
revelación de la Biblia—cfr. 2 R. 22:8; Esd. 1:3-11; Neh. 2:11, 17; Mt. 16:18;
2 Ti. 2:20; Ap. 18:4. 2 R. 22:8 Entonces el sumo sacerdote Hilcías dijo al
escriba Safán: “He hallado el libro de la Ley en la casa de Jehová”. E Hilcías
dio el libro a Safán, quien lo leyó. Esd. 1:3-11 “Quien de entre vosotros
pertenezca a Su pueblo, sea Dios con él, suba a Jerusalén, que está en Judá, y
edifique la casa a Jehová, Dios de Israel (Él es el Dios), la cual mora en
Jerusalén. Y a todo el que haya quedado, en cualquier lugar donde habite, que
las gentes de su lugar lo ayuden con plata, oro, bienes y ganados, además de
ofrendas voluntarias para la casa de Dios, la cual está en Jerusalén”. Entonces
se levantaron los jefes de las casas paternas de Judá y de Benjamín, los sacerdotes
y levitas, todos aquellos a quienes Dios puso en su corazón subir a edificar la
casa de Jehová, la cual está en Jerusalén. Y todos los que habitaban en los
alrededores ayudaron con plata y oro, con bienes y ganando, y con cosas
preciosas, además de toda clase de ofrendas voluntarias. El rey Ciro sacó los
utensilios de la casa de Jehová que Nabucodonosor se había llevado de Jerusalén
y había depositado en la casa de sus dioses. Los sacó, pues, Ciro, rey de
Persia, por medio del tesorero Mitrídates, el cual los contó y se los entregó a
Sesbasar, príncipe de Judá. La cuenta de ellos es ésta: treinta tazones de oro,
mil tazones de plata, veintinueve cuchillos, treinta tazas de oro, otras cuatrocientas
diez tazas de plata, y otros mil utensilios. En total, los utensilios de oro y
plata eran cinco mil cuatrocientos. Todo esto lo hizo llevar Sesbasar con los
que subieron del cautiverio de Babilonia a Jerusalén. Neh. 2:11 Llegué, pues, a
Jerusalén, y después de estar allí tres días. 17 Les dije, pues: ––Vosotros
veis la difícil situación en que estamos: Jerusalén está en ruinas y sus
puertas consumidas por el fuego. Venid y reconstruyamos el muro de Jerusalén,
para que ya no seamos objeto de deshonra. Mt. 16:18 Y yo también te digo, que
tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades
no prevalecerán contra ella. 2 Ti. 2:20 Pero en una casa grande, no solamente
hay vasos de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para
honra, y otros para deshonra. Ap. 18:4 Y oí otra voz del cielo, que decía:
Salid de ella, pueblo Mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni
recibáis sus plagas.
D.
A lo largo de las eras, las verdades tal
como están reveladas en las Escrituras se han perdido, han sido pasadas por
alto, y han sido malentendidas, malinterpretadas y enseñadas erróneamente. Por
ende, es necesario el recobro del Señor—1 Ti. 6:5; 2 Ti. 3:16; 2:18, 25; 3:7. 2
Ti. 3:16 Toda la Escritura es dada por el aliento de Dios, y útil para enseñar,
para redargüir, para corregir, para instruir en justicia. 1 Ti. 6:5 Constantes
altercados entre hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad,
que toman la piedad como fuente de ganancia. 2 Ti. 2:18 Que se desviaron
en cuanto a la verdad, diciendo que la resurrección ya sucedió, y trastornaron
la fe de algunos. Que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá
Dios les conceda el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad.
3:7 Éstas siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al pleno conocimiento
de la verdad.
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